Bienvenidos y bienvenidas a un nuevo rato.. un rato cortito, pero necesario.. Vamos a hablar hoy de un comportamiento, de un perfil que no sé en qué grado os puede resultar cercano o conocido.

Vivimos en un mundo en el que hay muchas personas que necesitan justificar el porqué de su trabajo, de su posición o cargo público o privado .. normalmente, esa necesidad de justificar suele esconder a veces su propia incapacidad para el puesto, su falta de destreza, o incluso la inutilidad del cargo en sí.

Si soy incapaz de demostrar por mi mismo mis capacidades, o directamente son inexistentes .. si mi puesto no sirve para nada … si soy un gandul que no cumple con sus responsabilidades … en estos y otros casos…

 

¿cómo puedo justificar mi posición?

 

.. Aquí es donde entra en juego el que yo denomino como “Síndrome del Rotulador Rojo”.. intento desviar la atención, distraer para que nadie caiga en la cuenta de lo anterior, corrigiendo inutilmente y sin demasiado criterio el trabajo de los demás..

¿cómo no pongo en evidencia mi inoperancia?

Señalando errores, faltas o corrigiendo de manera totalmente arbitraria el trabajo de los demás .. balones fuera! El Síndrome del Rotulador Rojo: los eternos corregidores y corregidoras de las vidas ajenas.

Aunque hablaremos más en general de los que corrigen por doquier allá por donde van, ante cualquier circunstancia, los que yo diagnostico que sufren el Síndrome del Rotulador Rojo se ciñen más al ámbito laboral.

Os cuento mi experiencia personal. En mi empresa tratamos con muchos clientes, empresas privadas, organismos públicos, profesionales autónomos, etc.. normalmente, en los lugares públicos o privados donde la jerarquía es más amplia y la plantilla más numerosa es donde solemos encontrar el espécimen que hoy nos ocupa. Alguien que enseguida se pone en evidencia y que con el paso de los años sabemos distinguir..

Suelen empezar con algún mail, incluso de manera educada con “yo pienso que..” .. “podríamos hacer esto o lo otro..” .. “yo lo veo mejor si..”  .. las primeras correcciones entran dentro de lo normal.

Pronto empieza uno a sospechar cuando la corrección es metódica, recurrente o empiezan a entrar en contradicción con lo dicho con anterioridad.

Ahí ya ves el perfil. El afectado o afectada por el Síndrome del Rotulador Rojo intenta hacerse ver ante sus jefes con una falsa resolución y criterio, intentan defenderse ante la duda .. la duda que pueda surgir en alguien sobre su capacidad o la necesidad de su opinión.

Esas mentes que confunden aportar con corregir, que confunden crear con desmontar lo ajeno, que confunden hacerse valer con menospreciar el trabajo de otros, esas mentes claramente afectadas por el Síndrome del Rotulador Rojo.

Os pongo sobreaviso con ellos .. si los veis venir, actuar.. no os cortéis, poner en evidencia su falta de aporte de valores positivos y constructivos, poner en evidencia la contradicción en la que seguramente incurran, poner en evidencia la sospechosa recurrencia de sus críticas.

.. ayudemos a erradicar este sindrome, luchemos por una sociedad más sana..

Si abrimos un poco el campo de visión, y nos salimos del ámbito laboral o profesional, los corregidores también se muestran a diario.. esa puntillita en el grupo de Whatsapp, esas salidas justo a tiempo con un Tweet para apuntar algo, ese comentario educado pero incisivo en una conversación para señalar tu error.

Me encanta un término que se acuñó en internet hace algún tiempo para, más concretamente, referirse a los que no toleran y nos corrigen contínuamente nuestra gramática y ortografía.. hablamos de los Nazis de la gramática..

Los que viven para señalar las tíldes que dejamos de poner, los que nos señalan la mala conjugación de alguno de nuestros verbos, los que acechan nuestro equívoco para ponernos en evidencia. Creo que en general, no perciben que a largo plazo nadie quiere ser amigo de un quisquilloso gramatical.. así se puso de manifiesto en un estudio de la Universidad de Michigan.

Los resultados fueron de relativa contundencia. La pequeña muestra (83 personas), evidenció que, en general, la mayor parte de los participantes perciben las faltas de ortografía como algo negativo. Al mismo tiempo, sin embargo, pudieron diseccionar las reacciones en grupos: por un lado quienes tenían más tolerancia hacia las mismas y, por otro, un nutrido y pequeño grupo de intolerantes a los que podríamos definir como «Grammar Nazis». Estos mostrarían un recelo mucho mayor, muy agudo, ante una falta cualquiera.

La prueba, siendo más concretos, consistía en proponer a los participantes que imaginaran que estaban buscando un compañero de piso para acto seguido analizar 12 emails pertenecientes a los 12 posibles candidatos. Los resultados desvelaron que los participantes que vinculaban los errores gramaticales existentes en algunos de esos correos electrónicos con característiscas personales poco agradables eran más introvertidos que aquellos que pasaban por alto las faltas de ortografía y tenían más en cuenta el tono de las respuestas para elegir compañero de piso.

De forma paralela, los investigadores utilizaron cuestionarios de personalidad para abordar los distintos caracteres de sus participantes.

¿Resultado? Mientras aquellas personas extrovertidas tendían a pasar más por alto las faltas de ortografía de terceros, los introvertidos las juzgaban con bastante dureza. Del mismo modo, aquellas personas que caían en el lado menos abierto del test, aunque con un mayor sentido de la responsabilidad, también se mostraron hostiles a los errores. Así mismo, las personas menos amables y conciliadoras correlacionaron positivamente con reacciones negativas a las faltas gramaticales.

¿Qué quiere decir el estudio? De forma simple, establecía pistas: es normal que las personas más introvertidas, con menor facilidad para socializar y más dadas al conflicto se tomen una falta de ortografía de forma personal y a la tremenda.

 

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